miércoles, 6 de febrero de 2013

Relato V: Allí estás


El  siguiente es el cuento que presenté para el Reto Viajes en el Tiempo del mes de enero en el Foro de Fantasía Épica [www.fantasiaepica.com]; en esta oportunidad, dicho cuento fue reconocido con el quinto puesto de los 5 más votados. Una bonita manera de volver al podio.
Se trata de un cuento en extremo personal y con el que me sentí dichoso de poder narrar, tanto por la temática del reto, como por las vicisitudes de sus protagonistas. Sin lugar a dudas, junto con "Mañana" [sin publicar] es de los más íntimos que he escrito.

A continuación, las bases del reto en cuestión:

¿Qué pasaría si el día de mañana se descubriera la forma de viajar en el tiempo? ¿Cómo afectaría eso a nuestra historia? ¿O es que quizás nuestra historia ya esta determinada de antemano por este hipotético y futuro descubrimiento? ¿Podría nuestro yo del presente asesinar al yo del pasado? ¿Existe una sola línea temporal, un solo universo de existencia empírica? ¿O es que acaso coexisten innumerables microcosmos distintos? Con todas estas paradojas –y muchas más- pretende “jugar” este reto, estableciendo así como único requisito general que las historias relaten las peripecias de un viajero temporal o, en su defecto, las consecuencias que puede ocasionar un salto en la línea espacio-tiempo.
1- Por tanto, la única condición en cuanto a la escritura será la inclusión de alguna relación o alusión a los viajes temporales. Se admitirá cualquier mundo, existente o no, pasado, presente o futuro, y cualquier tipo de narración que se atenga a esta única condición.

2- Se establece, asimismo, un límite máximo de 3000 palabras, y será automáticamente eliminado del concurso aquel que superara dicho linde, aun cuando lo hiciera por una sola palabra. Esta condición se introduce en este reto a fin de evitar los contratiempos y confusiones de los concursos anteriores. No hay mínimo



- Allí estás -

Para muchos, el Tiempo es un Río lineal que lleva a un Océano eterno; para otros, es una Torre cuyas escaleras espiraladas conducen hacía ignotos mundos posibles.
Dependiendo de quiénes y cómo lo veamos, el Océano es una certeza inmutable mientras que la Torre es una incertidumbre por la que algunos nos arriesgamos a subir; a veces antes de tiempo.
De cualquier manera que se enfoque, con la experiencia de ambas realidades, las almas descubrimos que son los momentos en el Tiempo los que perduran, los que nos movilizan y guían.
Son pocos los espíritus que han podido comprenderlo, porque muchos dejan ir sus oportunidades, alterando su línea, repitiendo y perturbando la de los demás.

Dejó la pluma y releyó lo que había escrito; una sensación de satisfacción personal invadió su corazón. Luego levantó la vista y contempló el sendero que conducía al antiguo bosque; estaba desierto, sin nadie a la vista.
Suspiró y, tomando la pluma, volvió a escribir mientras el sol descendía en el horizonte.

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Una vez más la pesadilla empezaba, desarrollándose con una lentitud que lo desesperaba.
Corría demasiado lento hacia la puerta de madera, furioso por llegar a tiempo y encontrarla a salvo. Gritaba su nombre aporreando la puerta, pero nadie respondía a sus llamadas. A su espalda, Hausk lo alcanzaba, instándolo a que la derribara. La vieja madera ofrecía resistencia pero cedía al segundo embate de su hombro. Dentro de la habitación, Damher sonreía de pie ante el cuerpo sin vida de Muller. Ella tenía la mirada perdida y la sangre manchaba su vestido a la altura del vientre, él sostenía el puñal que la había matado.
Se abalanzaba iracundo dispuesto a matar con su espada al sonriente asesino, pero Hausk lo empujaba a un costado evitando que el secuaz de Damher lo atacara a traición. Un relámpago estallaba y el seguidor de su enemigo caía al suelo, fulminado por el hechizo. Veía a Damher acercarse con su puñal a Hausk pero esta vez era él quien se interponía para hacerle frente. Rodaban por el suelo, golpeándose con brutalidad hasta que el asesino encontraba la muerte con su propia arma.
Antes de morir Damher todavía reía, burlándose de su verdugo:– ¡Siempre tarde, Lowen! ¡Nunca entiendes nada, siempre perderás todo! ¡Los Hados te maldigan a ti y a todos los que lleguen a tu vida!
Se apartaba de él para reunirse con el cuerpo de su amada Muller. Arrodillado a su lado, la sostenía en su regazo, abatido. La mano de Hausk se posaba sobre su hombro y él intentaba soltarse en vano. Pero Hausk siempre insistía.
Una vez más, aquella delgada mano lo arrancaba, lo salvaba, de la pesadilla. Y lo dejaba en la cruda realidad.

–Despierta, Lowen –murmuró Hausk–. La Luna se acerca a su posición. Despierta, Hijo de Geist, y medita acerca del sendero que te ha traído hasta aquí.
Sin decir más, Hausk del Clan Leiden, se marchó pues también debía meditar antes de realizar el ritual. Lowen se quedó acostado, mirando el cielo estrellado.

Habían pasado cinco años desde el asesinato de Muller, años de pesadillas, de búsquedas, pérdidas y venganzas, pero no de liberación. Habían solicitado la ayuda del Círculo de Magos, pero aquellos vejestorios les habían negado su ayuda, desalentando cualquier acción. Cuando Lowen había jurado no rendirse, Hausk lo siguió y pagó un alto precio al llevar su fidelidad al extremo en aquella empresa. Desde entonces cargó con el peso de la proscripción del Círculo.
Pese a aquella lealtad, la relación de Lowen y Hausk siempre había sido compleja; y el asesinato de Muller no la había mejorado. Los años pasados juntos habían transcurrido plagados de fuertes discusiones que giraban en torno a la obsesión de Lowen.
–La locura se ha apoderado de ti, Hijo de Geist –solía decirle con voz indignada.
–El amor suele serlo, ¿no es sobre lo que cantan los bardos que tanto estimas y con los que te revuelcas para encontrar calor en la noche? –respondía Lowen, hiriente.
Sin hacer caso a sus pullas, controlando su temperamento para no saltarle encima como ya había ocurrido en otras ocasiones, Hausk retrucaba: –¿Es el amor el que te arroja al camino o la negación de la tumba que visitas cada año?
–Muller está muerta por defenderme…
–No, está muerta porque era una culebra traicionera. Nos vendió a Damher a cambio de piezas de oro. No le importaba nada, y mucho menos tus sentimientos.
–¡No te atrevas! –gritaba Lowen enfurecido–. Sé que no la querías y desconfiabas de ella, pero no era como tú crees…
–¡El poder de sus muslos y sus ubres siempre te dominaron! ¡Aún lo hacen, maldita la hora en que se cruzó contigo! ¡Malditos los Hados por cruzarme contigo!
–¿Y qué quieres que haga? ¿Abandonar? Ella era mi todo.
–No tendremos esta discusión otra vez –interrumpía Hausk con voz áspera, aunque luego la suavizaba lo suficiente como para decirle:– Lo que yo crea de ella, a ti no te detendrá. No lo hizo antes, no lo hará ahora. Serán los dioses quienes te enseñen, si es que debes aprender.
–¿Aún me ayudarás?
–Hasta mi último aliento, lo juro por la Diosa.
Desde entonces, habían recorrido gran parte de las Tierras Salvajes, buscando el conocimiento necesario. Hacía un mes atrás, Hausk había encontrado la pieza clave para realizar el deseo de Lowen de viajar en el tiempo.

Todo confluía en aquella noche de invierno donde la Luna se elevaba llena sobre el Círculo de Piedras Sagradas; Lowen se puso de pie y fue a reunirse con Hausk. No había nada más que recordar, era el momento de actuar.
–Aquí estoy, decidido a forjar el destino –sentenció mientras penetraba en el círculo.
Hausk se giró para mirarlo y sus ojos verdes refulgieron mientras el cristal purpúreo que llevaba colgado al cuello parecía emitir un suave destello. Por un momento, Lowen fue consciente del poder que lo rodeaba y la presencia de Hausk le resultó perturbadora; tal vez por ello sintió que flaqueaba su resolución.
–Dime, ¿por qué no puedo sólo impedir su asesinato? –preguntó, para romper el incómodo silencio.
–Porque el Tiempo es una sustancia que se congela a medida que lo dejamos atrás, como un cristal lleno de facetas a través de las que podemos ver, pero sin poder cambiarlas –explicó con calma–. Puedo enviarte al ayer si quieres, pero serías un fantasma y tarde o temprano volverías aquí. Sólo el hoy cuenta; una vez que vas hacia delante, no puedes regresar porque el mañana se convierte en el hoy –esbozó una sonrisa y preguntó:– ¿Estás seguro de seguir?
–Sabes la respuesta. Alcanzaré a su alma en el tiempo más allá de Anwen –dijo, recuperando poco a poco la seguridad que lo había impulsado durante años.
–Aún cuando la encuentres, no podrás volver. Renunciarás a tu vida ahora para irte, tal vez antes de tiempo. ¿Harías eso por ella?
–Es mi amor.
–¿Cómo puedes saberlo?
–Lo sé –al ver la falta de convicción en aquellos ojos verdes, explicó:– Sabremos si es amor si tu magia funciona, ¿no has dicho que sólo a través del amor verdadero se abrirán las Puertas de Anwen?
–Sí, sólo esa magia ancestral puede hacerlo –murmuró Hausk con la mirada perdida, pensativa.
–Alcanzaré el alma de Muller allí a donde haya ido –afirmó y agregó con decisión:– No tengo nada que me retenga. Estoy solo, soy un hombre sin iguales.
Hausk meditó aquellas palabras y en su corazón supo lo que tenía que hacer; ciertas cosas habían tomado un rumbo y ya no podían modificarse. Sólo restaba aceptar el juicio de los dioses.
–Entonces, que el amor te libere –sentenció–. Nunca olvides, Lowen, Hijo de Geist, que el amor es el que te encuentra, nunca a la inversa. Sólo podemos elegir qué hacer con ese amor; lo recordarás cuando todo se repita y lo demás se haya desvanecido.
Se miraron en silencio; Lowen se acercó y, extendiendo la mano, dijo:– Sé de tu desaprobación con mi empeño, pero que los dioses te recompensen por todo lo que has hecho.
–Que los dioses te acompañen –fue toda la respuesta que obtuvo.
Hausk retrocedió y se colocó en el centro del círculo de piedras. Extendió los brazos hacia el cielo y elevó su cadenciosa voz en un cántico melancólico. Una suave brisa agitó su cabello largo y negro, con cada verso que entonaba ejecutaba un paso de danza ritual.

Escucha mi súplica, Arianrhod
Desde de mi corazón te llamo
Por el Poder del Agua, el Fuego, la Tierra y el Aire
¡Deja que mis manos abran las Puertas de Anwen!

Lowen sintió oleadas de energía emanando desde el centro del círculo. El vello del cuerpo se le erizó, un hormigueo excitante subía por sus piernas hasta concentrarse en su sexo; el corazón latió más fuerte hasta que comprendió que su cuerpo estaba respondiendo a las palabras y a la danza de Hausk.

Escucha mi pedido, Arianrhod
Con mis pensamientos te invoco
Acepta la ofrenda del amor
¡Deja a éste Hijo de Hombre rendir su cuerpo!

Sensaciones de alegría y euforia embargaron a Lowen; al ver la figura danzante del centro, percibió tristeza y pasión. Se sentía conectado con la Naturaleza, que palpitaba furiosa, observando expectante la magia que había sido desatada.
De forma tenue al principio, vio pequeñas luces titilantes surgir de la tierra que empezaron a moverse, como si se tratara de una pequeña procesión circular; muy pronto las lucecillas comenzaron a ascender en el aire, creando una columna de estrellas.

¡Escucha mi voz, Arianrhod!
¡Deja a éste Espíritu marchar de su tiempo y lugar!

El viento rugió como si se lamentara. Las estrellas envolvieron a Lowen mientras que imágenes contrapuestas lo invadieron al ascender. Se vio a sí mismo persiguiendo a Damher y dándole muerte cuando mató a Muller, vio a Hausk cuidándolo los meses siguientes y contempló las discusiones y los enfrentamientos posteriores. Nuevas imágenes se superpusieron a estas, óleos volátiles que mostraban a Muller, ahora viva. Llevaba puesto un vestido corto que dejaba a la vista sus piernas, su pelo rubio mostraba un corte diferente, sus labios estaban pintados de un rojo sanguíneo, ella y él caminaban hasta un altar que en nada se parecía a los templos en los profundos bosques de su tierra natal, carros extraños los rodeaban, moviéndose sin caballos que tiraran de ellos.
Por unos instantes Hausk y su vida actual parpadearon con intensidad; luego se desvanecieron por completo, dando lugar a la nueva vida.
Entonces…

…despertó sobresaltado. Sin saber dónde estaba permaneció quieto, respirando con agitación hasta que la sensación de desconcierto fue disipándose y volvió a reconocer el techo de su apartamento.
Aquél había sido el sueño más extraño que Jake Lowen recordaba haber tenido. Se incorporó para quedarse sentado a los pies de su cama; apoyando los codos sobre sus muslos se rascó la mejilla y miró con hastío a su alrededor. En realidad no observaba nada, su mente estaba aún enfrascada en el intenso sueño. En ningún momento se preguntó el motivo de tal sueño, tal vez sí la forma del mismo, pero no su motivo. Sabía muy bien la causa.
–Cariño, llegarás tarde al trabajo, debes irte –dijo una voz femenina.
Jake cerró los ojos cuando sintió los brazos de ella rodearle el pecho desde atrás, dándole un beso en la mejilla. Sin decir más nada, Caroline Muller se levantó y desfiló con su curvilíneo cuerpo por el dormitorio hasta salir de allí; su esposo se quedó sentado, escuchándola abrir el agua de la ducha.
–Hija de puta –murmuró Jake con acritud. Tomó su celular y esperó que le contestaran:– Daryl, necesito verte hoy a la noche. Sí, sí, estoy bien. Te cuento todo cuando nos veamos en el bar de siempre, adiós.
Cuando Caroline salió de ducharse, Jake entró. En ningún momento volvieron a cruzar palabra.

–Me engaña con George Damher –soltó Jake de buenas a primeras–. La descubrí hace una semana, se ven a escondidas; no sé desde cuando pero lo tienen todo muy bien pensado –miró a su acompañante y susurró–. Vamos, dí “te lo dije”.
Daryl Hausk había guardado silencio durante todo el relato, sólo sonrió al escuchar ese último comentario. Dio un trago a su cerveza, luego le preguntó:– ¿Qué harás?
–Separarme, supongo. Las cosas estaban jodidas hace rato; tal vez incluso antes de casarnos.
–Hey, hey, detente allí, no sigas –dijo Daryl apretando su hombro–. No sirve hacerse reproches, ahora debes concentrarte en qué hacer.
–No te pediré que me mandes al futuro para buscarla, eso seguro –sentenció Jake y lanzó una carcajada llena de humor, se rió de su chiste ante la atónita mirada de Daryl.
–Creo que me perdí de algo.
Entre risas, Jake empezó a narrarle el sueño que había tenido la noche anterior, contándole todo lo que recordaba.
–Estás loco, hombre –bufó.
–Puede ser, no lo discuto –guardó silencio unos segundos–. Pero no puedo dejar de notar que llevas un colgante de cristal violeta al igual que en mi sueño, y nunca te lo había visto antes.
-¿No podías ver que tu matrimonio naufragaba y te fijas en si llevo o no una piedra encima? Jajaja, vamos, Jake –se burló con ganas Daryl–. Fue un sueño en función del estrés sentimental. Ahora, según dices, el viaje en el tiempo sólo podía concretarse si el amor era verdadero, ¿cómo pudo funcionar? ¡Es evidente que Caroline fue, es y será una perra!
–Pensé que tú lo podrías responder –contestó encogiéndose de hombros, luego apuró su jarra de cerveza–. Se lo preguntaré a mi psicoanalista mañana.
–Tal vez no fue tu amor por ella, sino mi amistad por ti lo que abrió las puertas. ¡Mira que hay que seguirte años en esa obsesión! –indicó Daryl mientras juntaba sus cosas y se ponía de pie–. No hagas tantas preguntas, Jake. Hay algo cierto, el pasado no puede cambiarse, el presente y lo que tenemos frente a nosotros es lo que cuenta. El amor te encuentra y tú sólo tienes que decir: “oh, allí estás, todo el tiempo estuviste allí”.
–Yo tengo sueños raros, pero tengo la decencia de tenerlos dormido. ¡Tú reflexionas en plena vigilia! Déjame invitarte –murmuró Jake mientras dejaba dinero sobre la mesa–. ¿Te llevo? Tengo el auto a unas cuadras…
–Descuida, no estoy lejos de casa. Quiero caminar.
Le dio un abrazo y, por un momento, Jake no quiso que se terminara; a su mente le vino el recuerdo de Hausk en el sueño, despidiéndose. Tal vez percatándose del estado emocional, Daryl lo abrazó con más fuerza y empezó a reírse.
–Aunque se siente agradable tanto afecto, tengo que irme, grandote. Llámame si me necesitas.
Cuando se separaron, Daryl se marchó y miró una sola vez hacia atrás, le sonrió y levantó la mano. Jake correspondió con un saludó mientras contemplaba cómo la luz de la luna llena los iluminaba.

Al volver a su apartamento, Jake se sentía mejor; aunque no hablaran exhaustivamente del tema, ni encontrara una solución, la mera compañía de Daryl le había cambiado el humor. El apartamento estaba vacío; encontró una nota de Caroline sobre la mesa: “salí con mis amigas, no me esperes”. Dejó la nota a un costado; podía ser cierto como podía ser la coartada para irse con George Damher. Ya no le importaba, por primera vez en años se sentía libre.
Pensó en su inconsciente, que intentaba mostrarle cosas a través del sueño, y recordó las palabras de Daryl Hausk, las del sueño y las de la vigilia.
–Allí estás… –murmuró al aire–. Parece fácil…
Su celular lo arrancó de sus reflexiones abruptamente; al ver el identificador, sonrió: “Daryl Hausk”.
Atendió y dijo:–  Hey, allí estás. Si llamas para… –una voz grave y desconocida le preguntó si era familiar de Daryl–. No, pero soy un amigo ¿Quién…? ¿Accidente? ¿Cómo…? Bien, sí… sí… Hospital Dominion, voy en camino.

Horas después, Jake había vuelto a su apartamento; llamó a Caroline pero nadie contestó. Estaba solo, su mujer no había vuelto. Arrastró los pies mientras caminaba hacia su dormitorio, con la mente aturdida de las voces de los policías “…debe haber pasado por un lugar equivocado, en un momento equivocado… intentaron robarle, se defendió…” y la del médico “…hicimos lo que pudimos, lo siento… tenía muchas puñaladas…”
Llegó hasta su cama y se desplomó, mirando el techo apenas iluminado por las luces del exterior. Rebuscó en el bolsillo de su camisa el colgante de amatista de Daryl que el médico le devolviera; lo contemplo a la tenue luz, pensando: “¿Yo elegí venir aquí? ¿Por una mujer que me traicionó dos veces? ¿Estoy loco? Perdí, otra vez. No importa lo que haga”
¿Había avisado a la familia de Daryl? No estaba seguro. El tiempo era algo raro, descubrió que las emociones lo fragmentaban. Se preguntó si así era como había conseguido viajar, porque no tenía ninguna duda que una parte suya había viajado desde lo que él consideraba un sueño.
Del mundo antiguo que había venido la magia reinaba y había sido posible hacer el salto, en esta época del mundo la magia no existía. ¿O sí? Tomó la piedra y pensó en su sueño, en las emociones que lo invadían y su reflexión de que las emociones fragmentaban el tiempo. ¿Sería posible?
Llevó el cristal a su corazón y empezó a recordar las palabras pronunciadas aquella noche de luna llena; como la que había ahora.

–Escucha mi súplica, Arianrhod… desde mi corazón te llamo…

Sintió un gran calor entre sus manos irradiando desde su pecho; creyó ver una procesión de luces plateadas en torno a la cama. Cerró los ojos y continuó la letanía. Antes de sumirse en un sueño profundo, sintió que una presencia femenina, llena de fuerza y bondad, lo sostenía en la negrura, catapultándolo hacia las alturas.
La oscuridad dio paso a la luz, al bosque, al cielo crepuscular. A lo lejos se perfilaba una figura sentada que esperaba mientras escribía. 
El corazón le latió con fuerza, esta vez no se equivocaría.


Hausk y Lowen a lo largo del Tiempo, muchas formas de un mismo amor

                                                  
 Theme Of Lowen [Everybody´s Changing - Keane]
 Video Oficial - Sin Subtitular

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